En una pequeña aldea situada entre dos
montañas, vivía un hombre que dedicaba su vida al cuidado de los
demás. El hombre llegó a la aldea hacía unos años, y desde el
primer día se mostró cercano y dispuesto a ayudar a todo aquel que
lo necesitase. Se había labrado una buena fama entre sus convecinos,
y por todos era conocida su enorme bondad.
Pero aquel hombre no era feliz.
Pensamientos y emociones negativas torturaban su mente y su corazón.
Cuando acababa la jornada, y el buen samaritano se acostaba sobre el
lecho intentando dormir, le asaltaban toda clase de sensaciones
negativas y su mente era incapaz de conciliar el sueño.
Cansado de esta situación, y con el
alma entristecida tras tiempos de sufrimiento silencioso, el hombre
decidió acudir a un maestro budista que vivía en una ermita cercana
a la aldea.
Cuando llegó al pequeño templo y se
encontró con el sabio, el buen samaritano se inclinó ante él como
muestra de respeto.
-Veo el sufrimiento en tus ojos -dijo
el maestro-. ¿Qué es lo que tanto atormenta tu espíritu?
-Maestro, desde hace tiempo sigo el
camino del Buda e intento poner en práctica sus enseñanzas
-contestó el hombre-. Me esfuerzo en no perjudicar a los demás y en
intentar ayudarlos todo lo que puedo. Llevo una vida sencilla, sin
apegos ni grandes deseos. Y a pesar de todo esto, la culpa me
reconcome por dentro y no me deja vivir en paz. Hace muchos años
llevé a cabo acciones terribles. Antes yo vivía en una aldea a
cientos de kilómetros de distancia de esta. Mi único objetivo en la
vida era satisfacer mis deseos. Bebía y me emborrachaba todas las
noches. Me lanzaba a la búsqueda del placer, aunque para ello
hiriese a otras personas. Robé y utilicé la violencia física
contra muchos. Incluso llegué a matar a un hombre -el hombre lloraba
amargamente mientras las palabras salían de su boca a duras penas-.
Por todos estos crímenes estuve durante un tiempo en la cárcel. Fue
allí cuando me encontré con el Dharma y tome conciencia de todos
mis errores. Una vez que cumplí con mi pena, me trasladé a esta
aldea y comencé una nueva vida. Aunque todo esto pasó hace mucho,
todo el dolor que causé a otros oprime mi corazón y la culpa me
tortura sin piedad.
El maestro permaneció unos minutos en
silencio. Después, se levantó y se dirigió hacia el exterior de la
ermita caminando con solemnidad.
-Sígueme -dijo al buen samaritano.
El hombre y el maestro se adentraron en
el bosquecillo que rodeaba el templo. El maestro se detuvo frente a
un matorral y se agachó. El hombre que solicitaba su consejo hizo lo
mismo.
-¿Ves esta mariposa azulada? -le
preguntó el maestro señalando al insecto-. Hace unos meses, antes
de que el invierno comenzase, esta mariposa era una oruga rechoncha y
marrón que se arrastraba por el suelo en busca de alimento y cobijo.
Después, cuando llegó el momento, la oruga se encerró en un
capullo y permaneció en ese estado durante todo el invierno. Hace
unos días, con la llegada de los primeros rayos de sol primaverales,
el capullo se abrió y esta preciosa mariposa emergió de su
interior. Así que dime, ¿en qué se parecen la oruga y la mariposa?
Si alguien que no conociese el ciclo de vida de este insecto viera
por separado a una oruga y a una mariposa, nunca diría que se trata
de la misma criatura. Pero es el mismo ser, solo que transformado.
El buen samaritano miró perplejo al
insecto, y después al maestro.
-Tú eres como esta mariposa -continuó
diciendo el sabio-. En el pasado eras una cosa, y ahora eres otra. La
persona que eras en el pasado no es la misma que la que eres ahora.
Los crímenes cometidos hace años fueron cometidos por otra
persona. Quien eres ahora es
incapaz de cometer tales acciones. Tu verdadera naturaleza se está
abriendo paso en tu interior y te está permitiendo ver quién
eres realmente.
El buen hombre
comenzó a sollozar, esta vez de alegría, y prometió servir al
maestro durante el resto de su vida como agradecimiento por sanar su
corazón.
Imagen: Alex Grichenko (http://digidreamgrafix.com/)
A menudo nuestro peor enemigo se encuentra en nosotros mismos. Pero dentro de cada persona existe algo muy bello dispuesto a salir en cuanto la culpa, los pensamientos y las emociones dejan de obstruir nuestra mente.
ResponderEliminarLa naturaleza del Buda está en cada uno de nosotros y es a través de un viaje personal (donde el Dharma y la bondad se hacen tus mejores amigos) donde ese 'algo' tan bello que te decía antes... sale a la luz.
Nunca cambies Iván: sigue dando luz a tu alrededor, como una luciérnaga en mitad de la oscuridad. Ese es tu mayor característica... y yo apenas te conozco... pero algo me dice que tengo razón. ¡Y como buen maño soy cabezón! :P
¡Brilla! :)
A menudo nuestro peor enemigo se encuentra en nosotros mismos. Pero dentro de cada persona existe algo muy bello dispuesto a salir en cuanto la culpa, los pensamientos y las emociones dejan de obstruir nuestra mente.
ResponderEliminarLa naturaleza del Buda está en cada uno de nosotros y es a través de un viaje personal (donde el Dharma y la bondad se hacen tus mejores amigos) donde ese 'algo' tan bello que te decía antes... sale a la luz.
Nunca cambies Iván: sigue dando luz a tu alrededor, como una luciérnaga en mitad de la oscuridad. Ese es tu mayor característica... y yo apenas te conozco... pero algo me dice que tengo razón. ¡Y como buen maño soy cabezón! :P
¡Brilla! :)
Vaya, muchas gracias por tu comentario! :D
ResponderEliminarEs muy bonito ^^